Este chico se quedó dentro del almacén abandonado cuando casi todo el mundo estaba fuera esperando la comida. Tenía la mirada perdida, los hombros encogidos, sin mover un centímetro del cuerpo. Esas son las condiciones en las que llevaban meses durmiendo. Ese instante, como tantos otros, me recordó a los relatos del libro Los rojos de ultramar, de Jordi Soler, en las páginas que hablaban del confinamiento de los refugiados españoles en la playa de Argelès-sur-Mer, al sur de Francia, durante la guerra civil. De cómo el frío congelaba el cuerpo en las noches bajo cero, y había ratas y gente tosiendo sin parar.

VER

Recorre la imagen y detente en cada detalle de la foto, mira todos los elementos, intenta mirar más allá, visualiza el lugar, las vidas de las personas que están, sus gentes y ahora fija tu mirada en la mirada del chico, repara en su expresión. ¿Qué ves?

SENTIR

Yo, nada nada, nada nada, de todo.
Tú, todo todo, todo todo, de todo.
Él, mucho mucho, mucho, mucho, de mucho.
Nosotros, nada nada, nada, nada, de todos.
Vosotros, todo todo, todo todo, de todos.
Ellos, mucho mucho, mucho mucho, demasiado.

Estas son las palabras con las que una persona migrante intentó explicar al periodista Fernando García Arévalo la situación de extrema pobreza en la que vivía Y tú ¿mucho mucho? ¿nada nada? ¿demasiado?

CONSTRUIR

¿Con cuántas personas te cruzas en tu día a día que tengan la mirada perdida? ¿Cuántas veces te paras y vas al encuentro de ellas? ¿Podrías hacerlo? ¿Te atreves?