Un grupo de personas se cubre con mantas térmicas después de cruzar el Mar Egeo en un bote de goma desde la costa turca hasta el pueblo de Skala Sykaminias, en la isla griega nororiental de Lesbos.

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¿Qué se refleja en las mantas térmicas?

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Lee el texto “Fronteras” de la revista 5w nº1: Después de la Guerra, y piensa que todas las personas que salen en la foto han huido de una guerra en su país natal, pero ¿se acaba la guerra? ¿la llevan a sus espaldas? ¿se prende allá donde se encuentran?

El refugiado es una frontera. Carga con símbolos inmemoriales del Estado, de la guerra, de la persecución, de las naciones. Su paso es el de los millones de personas que han huido a lo largo de la historia de la humanidad. En su tiempo ni hay velocidad, hay espera: en un campamento en Dadaab, a punto de naufragar en el mediterráneo. Sigue con vida, evoluciona. Durante la Guerra fría, el refugiado era un triunfo político para el país de acogida. Ahora lleva escrito el anatema en el cuerpo, camina hasta las decenas de muros que hay en el mundo que también son él, porque él es un muro, un muro impenetrable que se mueve, por el que nadie se mueve, que busca su sitio, que ha dejado de tener sitio: se amalgama y se alarga, busca refugio, seguridad, una vida post-campamento. Antes iba desarrapado, ahora lleva zapatillas Nike, un IPhone, es geolocalizable, pero todo es lo mismo, el camino del sufrimiento, las piedras en el camino, mamá, la familia, los amigos que ven piedras en los márgenes, la voluntad de ser personas, no se han transformado aún en personas, buscan ser personas, buscan un nombre, un hogar, un sitio donde vivir y seguir siendo humanos, les queda un día con vida, mañana no se sabe, seguirán en este campo, en esta frontera, en esta alambrada, naufragarán, será tiroteados por el narco, secuestrados por la mafias, pagarán como si viajaran en bussiness class, son los nuevos pobres, ya no se levantan, resbalan, el mundo confabulado, la política, la economía, la sociedad: para que se queden dónde están, para que mueran allí, para que se dejen morir. Pero ellos luchan, no se resignan, avanzando, nunca avanzan, avanzar es imposible: los barriles explosivos de Siria, las ciudades arrasadas de Sudán del Sur, las pandillas de Honduras, los ataques de los talibanes en Afganistán, la persecución etíope: todo es un gran imán de recuerdos, un torbellino de símbolos que se alejan, que los acompañan; la guerra nunca queda atrás, la guerra queda atrás, no hay después de la guerra, sí hay después de la guerra.

CONSTRUIR

¿Conoces entidades, parroquias o centros que facilitan la acogida de personas refugiadas?